viernes, 27 de noviembre de 2009

IDENTIDAD DEL JOVEN IGNACIANO

IDENTIDAD DEL JOVEN IGNACIANO

La espiritualidad ignaciana responde a muchas interrogantes existenciales de la juventud actual; hace puentes entre las búsquedas del joven y la persona de Jesús. Además, ayuda al conocimiento interno de Jesús para más amarlo y seguirlo, y tiene en la diversidad uno de sus elementos esenciales. Quizá por esto captamos muchos deseos de articularse en torno a esta espiritualidad en una gran variedad de jóvenes citadinos, campesinos, indígenas, universitarios, graffiteros, colonos y profesionistas.

Quienes acompañamos los procesos juveniles ignacianos vemos la necesidad de clarificar la identidad ignaciana y el perfil que buscamos en la juventud, desde diversidad de maneras de seguir a Jesús de Nazaret. Presentamos “el modo nuestro de proceder” para los jóvenes ignacianos, basándonos en las características del modo nuestro de proceder de la Compañía de Jesús en su Decreto 26 de la Congregación General 34.

Advertimos que el mejor modo para conocer y apropiarse de una espiritualidad ignaciana lo encontramos en la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola y la inserción en lugares donde la vida se ve amenazada, disminuida o discriminada por una sociedad centrada en el desarrollo económico. Animamos a los jóvenes a vivir estas dos experiencias como pilares fundamentales para ser ignacianos.

Para vivir la identidad ignaciana en la cotidianidad de nuestra vida necesitamos una disciplina que permita al joven estar apasionado por Dios e insertos en el mundo; atentos a los llamados que Jesús nos hace desde la realidad; esta disciplina implica una vida orante, el examen de conciencia y el discernimiento de manera periódica. Sin la apropiación de estos tres elementos es difícil vivir un seguimiento de Jesús al modo de Ignacio de Loyola. Seguir esta disciplina nos conducirá ser “un fuego que encienda otros fuegos” (Decreto 1 C.G. 35).

Presentamos ocho características del Compañero de Jesús:

1. PROFUNDO AMOR PERSONAL A JESUCRISTO

El joven ignaciano busca centrar su vida en la persona de Jesús de Nazaret. Su modelo de referencia para tomar decisiones está en el proyecto de Jesús. Cree que la manera de conocer la voluntad de Dios es a través de la persona de Jesús; por eso tiene una vida de oración relacionada con lo cotidiano que le permita conocer a Jesús, para más amarlo y seguirlo.

Ante un mundo seducido por la autorrealización egoísta, el éxito monetario, la acumulación de títulos o la vida cómoda, nosotros creemos que la plenitud de vida la encontramos en el seguimiento de “Jesús pobre y humilde”. Hay muchas maneras de vivir el seguimiento de Jesús, pero el modo ignaciano es desde ese Jesús presente en los marginados por esta sociedad.

2. CONTEMPLATIVOS EN LA ACCIÓN

El Dios de Ignacio es el “Dios que trabaja y labora por mí en todas las cosas creadas sobre la faz de la tierra, esto es, se comporta como uno que está trabajando” [E 236]. Es un Dios en movimiento, que mueve el corazón de las personas y las conduce hacia la armonía, la hermandad y la justicia. Un Dios que nos habla ante las realidades deshumanizantes para invitarnos a construir una nueva humanidad y en ello darle mayor sentido, sabor y color a nuestra vida.

El joven ignaciano está atento a todo lo que sucede a su alrededor para captar las invitaciones que Dios le hace a través de la realidad familiar, los acontecimientos sociales, la situación política del país, la problemática juvenil, etc. No se queda quieto ante las necesidades que se le presentan y está al pendiente de las posibilidades que existen para realizar alguna acción solidaria.

3. UNA COMUNIDAD EN IGLESIA

La identidad ignaciana se expresa en una misión concreta a favor de los demás y tiene en la vida comunitaria una de sus fundamentos para perseverar con alegría y esperanza en esa misión. La capacidad de contemplar nos lleva a construir relaciones fraternas con quien tenemos a nuestro lado y nos hace ser capaces de corregirnos con amor. No somos meramente compañeros de trabajo; somos amigos y amigas en el Señor.

El joven ignaciano tiene un grupo de amigos en quienes compartir su fe, alimentar su esperanza y crecer en caridad. La amistad en nombre del Señor nos da la fuerza para mantener encendido ese fuego que deseamos compartir con otros. La vida de comunidad la construye en los distintos espacios de su vida, no cabe en él una vida fragmentada que conduzca a vivir dobles vidas.

Como jóvenes ignacianos, nos sentimos parte de una comunidad mayor que es toda la Iglesia. Nos alegra ver el trabajo de tantos sacerdotes, religiosos, laicos comprometidos desde la fe en Jesús, y nos duelen las incongruencias que también viven. Deseamos ser un signo de esperanza en nuestra Iglesia y sociedad. Nos sentimos vinculados a la Compañía de Jesús, con sus obras y proyectos, con sus sueños y limitaciones. Deseamos animarla a un mayor compromiso con la juventud y crecer juntos en la respuesta que Dios nos pide ante la realidad de los jóvenes.

4. EN SOLIDARIDAD CON LOS MÁS NECESITADOS

El ignaciano no ambiciona una vida de lujos y placeres; no desea el reconocimiento social ni se centra en sí mismo. Está convencido de tener una vida austera y ambiciona dar lo mejor de sí para construir el Reino de Dios; es libre ante las críticas y sabe escuchar a las personas, convencido de que al escucharlas tenemos la posibilidad de escuchar al Espíritu.

Ante la realidad de nuestro país y la diversidad de nuestros grupos o clases sociales, sea cual sea nuestro ministerio, nos hacemos solidarios con los pobres. No sólo queremos acompañarlos, sino aprender de ellos. Nos acercamos a ellos sabiendo que en ellos podemos descubrir los misterios de la encarnación de Jesús y la acción del Espíritu.

5. COMPAÑERISMO CON OTROS

Como jóvenes ignacianos sabemos descubrir la presencia del Espíritu en jóvenes de otros movimientos, grupos, clases sociales u otras religiones. Estas delimitaciones no pueden separar nuestros deseos comunes de más vida y amor en nuestro mundo. El seguimiento de Jesús implica la capacidad de encontrar en el otro las búsquedas genuinas que nos hermanan.

Manifestamos nuestro deseo de articularnos con todos aquellos jóvenes que quizá comparten nuestros valores pero no nuestras creencias; deseamos unir nuestros esfuerzos con quienes buscan la paz, la justicia, la fraternidad, la democracia en nuestro país y nuestro mundo. Hoy más que nunca nos sentimos llamados a construir redes que hagan más visible nuestra esperanza en un mundo sombrío.

6. LLAMADOS A UN MINISTERIO INSTRUIDO

No tememos el uso de los medios para realizar la misión de Jesús. Queremos prepararnos, hacer uso de los recursos humanos que tengamos a nuestro alcance; uso de la ciencia, las artes, la erudición, sacar nuestra creatividad y nuestra pasión para hacer presente el Reino de Dios.

Soñamos con tener una presencia en el país, dar una palabra ante las realidades que confunden a los jóvenes que sirva de esperanza y luz para quienes desean una fe más encarnada y una Iglesia más viva. Sabemos que tenemos que prepararnos para tener una mayor incidencia en la realidad de los jóvenes y queremos hacerlo.

7. COMPAÑEROS ENVIADOS, SIEMPRE DISPONIBLES PARA NUEVAS MISIONES

Queremos vivir en la indiferencia ignaciana, es decir, ser libres ante nuestros proyectos para que sea Dios quien nos guíe. No queremos atarnos a una manera de responder a los jóvenes, en una manera de hacer las cosas, sino estar siempre abiertos al cambio, a lo nuevo, a la propuesta de otros, a las nuevas misiones.

Como Compañeros de Jesús nos sentimos enviados por Dios para colaborar con la misión de Jesús, atentos a las invitaciones que nos hace a través de la realidad para responder a las necesidades que se vayan presentando.

8. SIEMPRE EN BUSCA DEL MAGIS

Ignacio de Loyola fue un peregrino en busca del magis, es decir, la búsqueda de la Mayor Gloria de Dios. Se trata de dar lo mejor de nosotros y hacer lo mejor para tener una mayor incidencia en la construcción del Reino de Dios. El magis es la búsqueda del bien más universal y los medios apostólicos más efectivos. El espíritu ignaciano es contrario al conformismo y la mediocridad.

El Compañero de Jesús no está satisfecho con lo establecido, lo conocido, lo probado, lo ya existente. Nos sentimos constantemente impulsados a descubrir, redefinir y alcanzar el magis. Para nosotros, las fronteras y los límites no son obstáculos o términos, sino nuevos desafíos que encarar, nuevas oportunidades por las que alegrarse.

Tomado de www.haciendocamino.com

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